sábado, 21 de enero de 2012

Proyectos honestos

Quiero ser parte de esto. Esa fue la frase que hoy se me escapó en voz alta. Salió de sopetón, acompañada del empujonazo que da la convicción, siempre ciega e incontestable. Esa sensación que venía teniendo, que resumía repitiendo "algo está cambiando", se empezó a llenar de caras y de historias. La que terminó de detonar la bomba, esa que voló de cuajo todas las estanterías que tenía en mi cabeza, fue la de Orsai. Tras la explosión, lo primero que se resignificó fue la idea de beneficio. De repente, solo podía entenderla de una única manera: el beneficio solo es tal si lo es para todos los implicados. Esta idea empezó a acecharme a cada rato porque justamente, el beneficio, así entendido, podía empezar a ser verdad más allá de la teoría.
Recapitulo un poco lo que el mundo me venía devolviendo hasta hace poco tiempo atrás.
Antes los proyectos válidos eran de dos clases, y media. Estaban los que la pegaban, que habían encontrado, por un lado, una idea genial, innovadora, fenomenal y, del otro lado, un grupo de inversores dispuestos a poner el capital. O quizás la idea era una pavada, una estupidez que estaba al final de tu nariz pero que, inversores de por medio, se volvía igualmente explotable y redituable. Los beneficiados, unos pocos y con mucho. En el otro extremo, los proyectos sociales y ambientales. Fundaciones sin fines de lucro, sostenidas a fuerza de capitales privados, con fines sociales o ecológicos, o ambos. En el medio toda una serie de pymes, que con suerte llegarían a estar codo a codo con las de la primera clase, la de los que la pegaron. Asímismo, algunas de estas empresas "no tan grandes" tendrían en cuenta algunas cuestiones de interés social y solo muy pero muy pocas contarían con presupuesto suficiente para tomar medidas que redujeran su impacto sobre el ambiente. Este modelo, como todos, tenía fecha de vencimiento. Dio lugar a un acumulamiento desorbitante en pocas manos, una efervescencia de ONGs destinadas a suplir todos los inconvenientes que traía semejante desigualdad y exclusión, y pymes trabajando a toda máquina, hasta domingos y feriados, para sobrevivir en este mundo furibundo.
La credulidad, la franqueza, abandonaron esta tierra donde nada es gratis y solo se da para recibir, siempre armados hasta los dientes. El miedo a que te caguen, te traicionen, te roben siempre está a la vuelta de la esquina, en la casa de al lado, del otro lado de la cama. La palabra dejó de valer. La gente dejó de creer. Para pior (op. cit. Casciari), la gente empezó a calcularlo todo, y hace rato ya que lleva un ojo siempre entrecerrado, ese de la desconfianza.
Por lo bajo, algo venía gestándose. Y yo buscando pistas claras.
Por suerte, me crucé con Orsai. Y a la lista de los proyectos válidos se suma la idea de proyectos como este: honestos. Estuve tratando de explicar semejante fenómeno durante varios días, buscando una interpretación racional, las causas y fundamentos de semejante movida. Y siempre me quedaban un par de cosas afuera. Además, se lo comentaba a gente amiga y aunque  me mandaba un relato lleno de entusiasmo y ojos bien abiertos, no lograba generar lo que yo esperaba. Me devolvían un "qué interesante lo que contás" que me daba ganas de saltar arriba de la mesa, agarrarles la cabeza y sacudírselas para que entonces pudiesen sentir el efecto nagasaki que venía acompañándome estos días. Y más allá de mis falencias como relatora, entendí algo: había cosas que tenía que dejar de querer entender y explicar. Hay en toda esta historia de Orsai una magia que se resiste a toda conceptualización, algo casi inverosímil que cada uno tiene que experimentar por si mismo. Y es que abundan personajes de lo más fantásticos como, por ejemplo, el Comequechu quien, además, se  llevó puesto el mejor nombre del planeta. Aparte de un montón de espectros mágicos que ponen su firma al final de escritos y dibujos fabulosos, los más increíbles de todos son, sin duda, los lectores. A Orsai lo impulsa una fuerza mucho más grande, una fuerza necesaria. Como para no querer ser parte de esto.