viernes, 27 de diciembre de 2013

De regreso

Estoy caminando de vuelta hasta mí misma. Y en el medio, de entre las ramas del camino, asoma la soledad. Esa distancia que de a ratos se acorta y de a ratos se olvida.
Supe llenar mi vida de gente bellísima, con el corazón despierto. Gente abierta. Son los que delimitan el camino, me recuerdan por dónde ir, me alientan a no dejar de improvisar.
Cuando me vuelvo a emocionar del todo, con poco y con todo, eso también me dice que estoy bien, voy bien. Del otro lado, camina la sombra, la mía. Y con su paso oscuro hace resaltar la luz aquí y allá.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Desprolijidades

Quise acomodarme a tu mundo, ser prolija. Saber ser de una determinada manera que nuca supe cuál era. Cuál era. No importa. Porqué no supe ser como soy, libre, espontanea, moviendo las manos y los brazos bien alto. Sacudiéndome las ideas trasnochadas y las creencias desechables. Si al final era eso lo que te gustaba de mí. Habrán sido tus abrazos acompañados de palmada, abrazos a medias y con sello de abrazo. Esa palmada de "date cuenta que estoy dándote un abrazo". Siento que el abrazo de verdad va acompañado de la mano que acaricia fuerte, con ganas de hablarte, la mano que aprieta y no golpea.
Es que ante mi desparpajo sin más se sumaban rizas de burla, que frenaban e invitaban a la complicidad con la norma. Cuál norma. No importa. Alguna...norma la fin.
Hay que encontrarte, a vos o a aquel, a aquella donde tus palabras resuenan y se nutren. Donde ser del todo. Porque solo ahí uno puede recrearse y crecer.
Lamento esta manía de quejarme por acomodarme a lo ajeno. Prometo volver con algo más. Prometo.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Nimiedades

La importancia de uno mismo. Esto es algo que llevamos apoyado sobre los hombros mientras andamos todo el día y, de noche, cuidando que nadie se de mucho cuenta, la apoyamos sobre la mesa de luz. Pero la vigilamos con el ojo entreabierto, no sea cosa que nos levantemos a la mañana y nos demos cuenta de que en realidad somos tan intrascendentes como el resto.
Dónde reside esa necesidad tan pobre de ir por la vida con la importancia abultándote los bolsillos? A mí me tiene un poco harta esto de apersonarme a donde sea con la importancia a caballito. Y cuando me la sacudo me sigue de cerca, y justo cuando me estoy dando un pansazo de idiotez en la cocina, zácate, me distraje un segundo y ya la tengo de nuevo toda enredada en el pelo. Qué pesada!

Para pior, no para de pedirme cosas. Come unas veinte veces por día. Y sus preferidas son las frases con corbata, las que parecen de una magnitud infernal, pero no son más que un montón de términos técnicos y grises como capitalizar, estrategia, posicionamiento, ventaja competitiva, para que el resto pueda ver que uno se ajusta a los cánones de la importancia profesional. También se le hincha la barriga cuando se atraganta con otros términos de índole intelectualoide como crítica, revolución, surreal, argumento, equívoco.


La suspicacia la tiene relojeando para todos lados, mosca huidiza y recelosa. También se le infla mucho el pecho ese de gallo redondete cuando se trenza en un mano a mano con las importancias de los otros. Otros con los bolsillos también cargadísimos, desde donde disparan frases vergonzosas como "vos a mí no me hacés eso", "¿quién te crees que sos para hablarme así?" O la peor de todas y ya con todas las plumas erguidas de ofensa y desesperanza "¿acaso yo no importo?" "Y no, claro, yo no importo, ¿no?" Y no. O al menos no más que nadie así que qué sentido tiene seguir perdiendo tanto tiempo en convencernos de lo contrario. 

Pareciera como si a veces nos olvidáramos de que somos todos simple y llanamente personas. Pero la parte más triste es que semejante cosa no nos alcanza. Y a veces nos preguntamos si no tendríamos que ser como ese tipo. ¿Qué tipo? Ese tipo importante.



domingo, 14 de julio de 2013

Si al final de cuentas

Quiero sonreir. Sí, sacudirme un poco los juicios y la prudencia. Si al final nos vamos a terminar riendo de esto y de todo, porqué no empezar ahora. Empecé.

jueves, 4 de julio de 2013

Recuperando

A veces me olvido de cómo soy. Me pongo a mirar a los costados y me lleno de obligaciones ajenas de las que nunca termino de adueñarme y que me dejan medio fruncida, extrañada. A veces me olvido de que me gusta tanto todo. Pero no todo, todo; claro que hay cosas que no me interesan en lo absoluto. Pero de las que sí me gustan, de esas quisiera aprender hasta volverme experta, manejar esa danza o ese instrumento suficientemente bien como para lucirme en público y llevarme la canasta llena de "ohhs". Pero eso funciona como un destello, un instante exitista al que le sigue la tarea mucho más real y feliz de simplemente sentir tu cuerpo yendo a la par de ese ritmo y tus dedos, que descansan mientras tus oídos persiguen un sonido ajeno y majestuoso.
Sigo los parámetros establecidos, los horarios, las obligaciones, las que te convierten en alguien digno (de qué nunca me queda claro; será de formar parte de esta sociedad que me tocó en suerte?). No sé, che. Tengo ideas buenas, buenísimas, de esas que no se te olvidan porque vuelven, siempre vuelven y te miran con algo de recelo, esperando. Son clarísimas. Lástima que esas ideas, las que emocionan, esas que están tan buenas vengan a romper con las carreras prefijadas que de seguro te van a llevar a algún lado.
Pero no culpo a nadie por esta última falacia. Forma parte de las vergonzosas excusas que barro debajo de la alfombra.
Estoy cansada de mirar de refilón, a los costados, obligándome a lo ajeno, desoyendo lo propio. Qué pasa conmigo que me ando olvidando a cada rato de cómo soy.

Y Julio dijo esto: "Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son"

martes, 2 de julio de 2013

Superlativismo

Qué es aquello tan extraño en nosotros que se siente llamado a leer acerca de los mejores restaurantes de la ciudad, los mejores goles de la temporada, los tips infalibles para una primera cita o los cinco mejores lavavajillas del mundo. Quién está detrás de esas selecciones que nos acercan lo mejor del planeta. Podría ser yo misma, quien desde la comodidad de esta silla, les vendiera experiencias de lo más ajenas o insólitas, bajo la rigurosidad del wikipedia o de una revista online bizarra que encontré de casualidad acerca del under noruego. Merman verdaderas autoridades, un conocedor del tema, alguien que se haya quemado las pestañas para adjudicarse el título de perito con conocimiento de causa. La misma persona que me impone una lista con las mejores cinco terrazas donde ir a tomarme una cerveza al aire libre, puede estar hablándome sin haber salido de su casa en los últimos dos años, no saber dónde queda la Av Juan B Justo, odiar la cerveza, o peor aún, puede ser una fama encubierta, recomendando lugares que en su puta vida pisaría, y a los que solo se acerca con fruncimiento desaprobatorio.
Hay una reproducción galopante de opiniones acerca de lo más recomendable, aplicables a todas las jurisdicciones y temas imaginables. Todo es medible desde una pretendida objetividad que iguala y aplasta. Hasta parece que hay parámetros para medir cuál es el país más feliz del mundo, los cuales se basan en cuestiones tan cercanas a la felicidad como el PBI, el impacto ecológico, y demás items que tanto tienen que ver con las sonrisas y ese tibio calorcito que acompaña a aquellos fugaces momentos en que entendemos algo acerca de lo que quiere decir la felicidad (cuestión subjetiva y relativísima por excelencia)
También se usa indiscriminadamente el "científicamente comprobado" para reforzar opiniones tan dudosas como "tomar mucho té puede provocar caída de dientes", o mejor aún, "confirman los científicos (quiénes?!) que el sexo mejora los síntomas del resfrío". Este Uno impersonal que nos impone sus máximas, determina un universo absurdo de "más" y de "menos", revelando historias inciertas que muchas veces tomamos como propias y les agregamos un poco de esa pimienta que guardamos junto a la grandilocuencia y las risotadas fingidas.
Pensábamos que eramos bastante más inteligentes pero resulta que no. Que jugamos a la incredulidad a medias, permitiéndonos creer cualquier cosa, siempre y cuando esté precedido por la superlatividad que un tipo determina, basándose en lo que otros dijeron y publicaron mientras reflexiona acerca de, por ejemplo, que ya está siendo hora de cortarse las uñas de los pies. Pero basta una sola raba en mal estado en el mejor restaurante de la ciudad, haber sido el perejil al que le tocó el lavavajillas que venía mal de fábrica, repasar los "must" para la cita desde el macetón donde te dejaron plantado, o terminar con una fiebre galopante producto de un revolcón en medio de estornudos intempestivos, para que se nos venga todo abajo. Pero ni aún ahí nos hacemos responsables de vivir en tercera persona del plural; de acuerdo a lo que ellos me dijeron.
La versión personal, única y no intercambiable, es la que tiene que venir delante. Y a través de la autenticidad de esa vivencia es posible encontrar una verdad objetiva, más profunda, en la que muchos de nosotros podamos encontrarnos. El camino parece ser inverso, en vez de guiarnos por superlativos sin fundamentos, por qué no dedicarnos a encontrar lo que es mejor para mí. Y no sé bien por qué, pero sospecho que eso que ha de ser lo mejor para mí, también es lo mejor para otros. Me gusta pensar que a las apariencias que nos diferencian tanto, les corre por debajo una especie de naturaleza humana superlativa...

domingo, 16 de junio de 2013

las cosas que me gustan de la vida

Me gusta esa intranquilidad que te gana cuando se te acaban las palabras, las explicaciones, y tenés los pulmones hinchados de asombro. Y tratás de colar algún hilito de aire, pero casi no te cabe. Algo de eso me pasa cuando leo a gente que me gusta mucho. Esta semana tuve un mano a mano con una crónica porteña extrañísima de Casciari y de fondo resonaba la indiferencia del extranjero, el extranjero del mundo, el de Camus, cuál si no.
Empiezo a leerlos así nomás y enseguida el vértigo, ese desenfreno al leer, atropellada, deglutiendo, mezquina! Frenando un instante con el pie para maldecirlos un rato por su brillantez y de vuelta al pedaleo frenético, enajenada de letra en letra. Se me borran los capítulos y los puntos y aparte.Y todo lo de afuera, lo de siempre, la vida tal como la conocemos, diaria y repetida, se pierde de vista, se vuelve el revés de lo que leo, casi una historia más, una que leí hace tiempo.



miércoles, 5 de junio de 2013

Voy corriendo

De vagón en vagón, en un tren que se mueve rapidísimo, casi imperceptible. Solo se siente a fuerza de achinar mucho los ojos, acompañando con ceja inquisidora. La luz es reflejo, de otra luz que no veo. La mayor parte del tiempo corro, de vagón en vagón, a contra mano, con buena flexión de patas, en pose verdaderamente atleta. Pero no sé que pasa que hay días en que me golpeo un poco contra los bordes, reboto un poco por todos lados, pega fuerte mi espalda contra el techo. Trato de agarrarme de algún lado, pero de dónde. Me voy machucando un poco en cada ahij! No sé muy bien de dónde sale eso de buscar alguna manija, algún picaporte imposible que nos saque de acá. Y mis manos empiezan a buscar en la penumbra, un tanteo medio enloquecido que va confundiendo a mis pies, ellos que siempre van persiguiendo el movimiento de mis brazos. A veces es solo un instante, ese en que se me hace todo un moño y plaf...
Entonces me parece que el tren frena un poquito, nunca del todo, pero cansado de sentirme rodar de una punta a la otra, como dando un changüi. Yo tambaleo, parada sobre un mareo y medio, y mis patas van de nuevo una tratando de alcanzar a la otra, con sus visagras enseguida trabajando al mango. Acá no pasó nada. De qué tren me hablabas?

domingo, 2 de junio de 2013

Volví

Anduve lejos, estaba tratando de escuchar pero no oí más que un murmullo raro. Traté de acomodarme y me quedé callada, cerrada, sin nada que decir. Lejos. De mí. Quería vivir acorde a lo que hay que hacer y ser. Pero claramente no entendía nada y me puse toda triste. La puta, qué triste.

Hoy no siento tan importante mi voz. Quisiera ser canal, por donde un montón de voces pudieran rodar, todas juntas. Hay tanto para dar. Cada uno desde lo suyo. Cuándo nos vamos a dar cuenta que hay que unir las voces y ver qué música nueva sale...

domingo, 17 de febrero de 2013

Desapariciones

Quisiera envolverme
y quedarme ahí dentro, llenarme de silencio.
Empalidecer como la luna
Quisiera dejarme ser
y habitar la sombra, donde nada se distingue
Quisiera soltar la tristeza
y, como la piedra, volverme sorda, volverme muda
Quisiera poder dormir
y saberme en los pliegues de algún sueño
Quisiera ser ausencia
y que nadie lo note