jueves, 4 de julio de 2013

Recuperando

A veces me olvido de cómo soy. Me pongo a mirar a los costados y me lleno de obligaciones ajenas de las que nunca termino de adueñarme y que me dejan medio fruncida, extrañada. A veces me olvido de que me gusta tanto todo. Pero no todo, todo; claro que hay cosas que no me interesan en lo absoluto. Pero de las que sí me gustan, de esas quisiera aprender hasta volverme experta, manejar esa danza o ese instrumento suficientemente bien como para lucirme en público y llevarme la canasta llena de "ohhs". Pero eso funciona como un destello, un instante exitista al que le sigue la tarea mucho más real y feliz de simplemente sentir tu cuerpo yendo a la par de ese ritmo y tus dedos, que descansan mientras tus oídos persiguen un sonido ajeno y majestuoso.
Sigo los parámetros establecidos, los horarios, las obligaciones, las que te convierten en alguien digno (de qué nunca me queda claro; será de formar parte de esta sociedad que me tocó en suerte?). No sé, che. Tengo ideas buenas, buenísimas, de esas que no se te olvidan porque vuelven, siempre vuelven y te miran con algo de recelo, esperando. Son clarísimas. Lástima que esas ideas, las que emocionan, esas que están tan buenas vengan a romper con las carreras prefijadas que de seguro te van a llevar a algún lado.
Pero no culpo a nadie por esta última falacia. Forma parte de las vergonzosas excusas que barro debajo de la alfombra.
Estoy cansada de mirar de refilón, a los costados, obligándome a lo ajeno, desoyendo lo propio. Qué pasa conmigo que me ando olvidando a cada rato de cómo soy.

Y Julio dijo esto: "Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son"

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