jueves, 19 de diciembre de 2013

Desprolijidades

Quise acomodarme a tu mundo, ser prolija. Saber ser de una determinada manera que nuca supe cuál era. Cuál era. No importa. Porqué no supe ser como soy, libre, espontanea, moviendo las manos y los brazos bien alto. Sacudiéndome las ideas trasnochadas y las creencias desechables. Si al final era eso lo que te gustaba de mí. Habrán sido tus abrazos acompañados de palmada, abrazos a medias y con sello de abrazo. Esa palmada de "date cuenta que estoy dándote un abrazo". Siento que el abrazo de verdad va acompañado de la mano que acaricia fuerte, con ganas de hablarte, la mano que aprieta y no golpea.
Es que ante mi desparpajo sin más se sumaban rizas de burla, que frenaban e invitaban a la complicidad con la norma. Cuál norma. No importa. Alguna...norma la fin.
Hay que encontrarte, a vos o a aquel, a aquella donde tus palabras resuenan y se nutren. Donde ser del todo. Porque solo ahí uno puede recrearse y crecer.
Lamento esta manía de quejarme por acomodarme a lo ajeno. Prometo volver con algo más. Prometo.

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