miércoles, 5 de junio de 2013

Voy corriendo

De vagón en vagón, en un tren que se mueve rapidísimo, casi imperceptible. Solo se siente a fuerza de achinar mucho los ojos, acompañando con ceja inquisidora. La luz es reflejo, de otra luz que no veo. La mayor parte del tiempo corro, de vagón en vagón, a contra mano, con buena flexión de patas, en pose verdaderamente atleta. Pero no sé que pasa que hay días en que me golpeo un poco contra los bordes, reboto un poco por todos lados, pega fuerte mi espalda contra el techo. Trato de agarrarme de algún lado, pero de dónde. Me voy machucando un poco en cada ahij! No sé muy bien de dónde sale eso de buscar alguna manija, algún picaporte imposible que nos saque de acá. Y mis manos empiezan a buscar en la penumbra, un tanteo medio enloquecido que va confundiendo a mis pies, ellos que siempre van persiguiendo el movimiento de mis brazos. A veces es solo un instante, ese en que se me hace todo un moño y plaf...
Entonces me parece que el tren frena un poquito, nunca del todo, pero cansado de sentirme rodar de una punta a la otra, como dando un changüi. Yo tambaleo, parada sobre un mareo y medio, y mis patas van de nuevo una tratando de alcanzar a la otra, con sus visagras enseguida trabajando al mango. Acá no pasó nada. De qué tren me hablabas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario