domingo, 14 de noviembre de 2010

Palabras mudas

Estoy llena de palabras mudas. Empiezo a sospechar que más que palabras son sensaciones. Eso es lo que pasa cuando me pierdo en la poesía, esa que justifica el lenguaje entero y, por momentos, la vida también. Leer a los grandes enmudece por completo. No porque no haya nada para decir. Lo hay, pero no sale así nomás, como quien relata una anécdota ya repetida o revolea un insulto en la calle. Es casi imposible seguir leyendo sin entregarse, ver el mundo por un momento con sus ojos, experimientando sus propias reflexiones como propias, odiándolos a cada rato por la facilidad con que ordenan las palabras casi con descuido, diciéndolo todo en una sola frase. Y eso no es nada. Los detesto más al pensar que ellos viven esa poesía desde el desayuno hasta la última luz. No les queda otra que vérselas con el mundo de una manera trágica, conviviendo a cada paso con la belleza.

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