-Hay que cuidar las palabras.- dijo el poeta, cómplice del silencio.
-Hay palabras sin sombra, palabras de polvo y palabras suicidas con alas de grito.
El poeta me regaló un ramo de palabras frescas, las de un poema milagroso, que en su soledad reía abundantemente. Y también llovía estrepitoso. Las palabras entonces echaron raíces y crecieron sacudidas por la pasión de lo breve. Salí a buscar al poeta pero no pude encontrarlo. Algunos dicen que mucho tiempo después alguien lo vió, acurrucado en alguna esquina, tiritando de inédito.
...después de leer a R. Pérez Estrada
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